• Autor del texto – Pedro Freire
  • Autor de fotos – TGB españa
  • Fecha – 18/02/2011

  Entre los amantes del motociclismo, nadie duda en calificar al rally Dakar como “La última gran aventura”, pero todos sabemos que es una empresa harto difícil de poder disfrutar, tanto por lo cerrado de las listas de inscritos como por el elevado presupuesto necesario para afrontarlo. Nuestro amigo Jose Mª Peña lo ha disputado en 2 ocasiones, la última africana y la primera del cono sudamericano, consiguiendo en su primera participación pisar el podium en Dakar en la categoría de quads. Al parecer ahora ha decidido cambiar “la última gran aventura” por “la primera”, que no es otra que el ancestral Camino de Santiago, en territorio nacional, sin ir más lejos.

Como si de una penitencia por adelantado se tratase, por tener una ruta de esta solera todavía pendiente, Jose Mª y un grupo de leales decidió hacer El Camino sobre un medio tan poco adecuado para ello como un scooter. TGB España secundó la iniciativa y puso a disposición de los “motoperegrinos” seis scooters de su modelo Express, lo más parecido a un vehículo con mochila, y a prueba de bombas, ya que está pensado para ser utilizado en repartos y servicios de carga.

Tuvieron suerte los expedicionarios y no les llovió ningún día, para tratarse del mes de febrero. Sin embargo, hizo un tiempo glaciar de co… losales dimensiones, y eso dificultó lo suyo la marcha por campo. El grupo de TGB Express 125 sobre las que cabalgaron los aguerridos peregrinos del siglo XXI. Menos mal que están diseñadas para una vida igual de dura, solo que sobre el asfalto ciudadano…

Partieron este mismo febrero, aprovechando la casi total ausencia de peregrinos en estas fechas para no molestar a nadie durante la andadura, saliendo desde Roncesvalles, a cinco frescos grados bajo cero. Tiempo despejado, pero mucho hielo durante el camino. Al final del primer día, los cuentakilómetros indicaban 146 duros kilómetros. A la mañana siguiente, el objetivo era llegar a Sahagún. El tránsito por tierras riojanas no supuso mayores incidencias, pues los caminos de parcelaria que transcurren entre sus viñas se encuentran en bastante buen estado. Pero al entrar en tierras burgalesas, en el ascenso al puerto de La Pedraja, comenzaron las complicaciones. El agua caída días atrás, permanecía congelada durante todo el día en interminables roderas y enormes charcos. Las lajas y el hielo no fueron muy buenos compañeros para los neumáticos de las Express. Antes de alcanzar Castrojeriz, un tramo de barro hizo que se embozaran los pasos de rueda de las scooter y, más tarde, en un rápido ascenso con la tierra muy suelta se produjeron dos salidas de pista, afortunadamente sin consecuencias para máquinas ni pilotos. Pese a todo, la jornada se les dio bien y alcanzaron León, un fin de etapa más lejano de lo que esperaban, completando así 305 kms.

Imagen extemporánea total: no veo al Señor Condestable de la fortaleza cambiando las palomas mensajeras por este enjambre de mensajeros. Las pobres TGB chupando Camino de Santiago sin tregua. Los pilotos también tenían lo suyo, pero a ellos nadie les había obligado a ir.

En un nuevo día, con 9 grados bajo cero, partieron de León. Todos los cursos de agua que cruzaban por los caminos estaban completamente helados, es decir, imposibles, y hubo que dar muchos rodeos. El ascenso a la Cruz de Hierro, El Acebo y un vertiginoso descenso hasta Molinaseca, pusieron las cosas más que interesantes. La siguiente gran dificultad llegó al ascender hasta el primer enclave gallego, O Cebreiro, con su conjunto histórico artístico: algunas rampas heladas en subida pusieron a prueba el estado físico de los pilotos y los embragues de las Express, pues tuvieron que subir las motos a mano.

Más adelante, una caída al entrar en una zona de barro les obligó a hacer un relevo entre todos los “motoperegrinos”, y de nuevo se enfrentaron a caminos en mal estado con mucho hielo, que retrasaron el avance. Al anochecer, alcanzaron Portomarín, tras 222 kilómetros. La cercanía a Santiago espoleó a nuestros amigos y, antes del siguiente amanecer, ya estaban preparados para partir hacia una etapa sumamente divertida de caminos revirados, sendas entre bosques de eucaliptos y zonas rápidas para llegar al Monte do Gozo. Con Santiago de Compostela a la vista, la visita al patrón español era obligada y, con el permiso de la policía local, accedieron con las TGB a la plaza del Obradoiro. Objetivo conseguido.

Jó, y luego hay quién se queja de los socavones en las calles de las ciudades. Estos seguro que piensan que es el vibrador del móvil cuando vuelvan a pasar por un adoquinado del casco antiguo de su pueblo. No se sabe qué era peor, si empujar a pie en las subidas heladas, o jugársela montado en las bajadas deslizantes. Más que a Santiago, había que encomendarse a San Cristobal.

La anécdota vino al decidir continuar hasta Finisterre, el final del mundo conocido antiguo. Un recorrido por carretera, divertido, distendido… y que iba a deparar la única incidencia técnica de todo el viaje: un pinchazo en el neumático trasero de una de las motos. Resulta paradójico que, tras 800 kilómetros por caminos, sea el asfalto el que deteriore un neumático diseñado expresamente para el. ¿Cosas de meigas?

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